Desabrochando a Martha

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La verdad es que es muy difícil aceptarlo tan públicamente como en un blog.  Yo siempre lo he sabido, desde pequeña en realidad.  Es más, creo que mis papás y mis hermanos siempre lo sospecharon, pero no era un tema que se hablara abiertamente… es decir, mi conversación sobre sexualidad con doña Martha se dio a mis 18 años, en la romería antes de irme de intercambio, cuando ella me señaló una valla de condones Durex y me dijo: “bueno… ya sabe…

Así es que esto de hablar de cuál era mi preferencia sexual, no era algo que se diera.  En fin, lo cierto es que a mí siempre, desde pequeña, me han gustado los hombres.  Es más, a los 5 años le pedí a Leonarndo García que fuera mi novio, pero me dijo que no porque era novio de Stephanie.  Eso no impidió que en todas las fotos de anuario yo saliera viéndolo, con ojos de vaca ahorcada.

Ufff… la verdad es que es un alivio admitir mi heterosexualidad y que todo el mundo lo sepa de una vez por todas: me gustan los hombres,  me encantan los hombres.

…así es queeeeee… ¿qué hay de comer?…

Suena raro, ¿verdad?

O sea, ¿qué es este tipo de payasada, Martha?  ¿Qué te está pasando por la mente?

Bueno, si les parece una tontera que yo haya admitido que soy heterosexual, ¿por qué es una necesidad que nuestros amigos homosexuales lo admitan públicamente?  ¿Qué es ese deseo casi mórbido de señalar al otro para poder ponerle una etiqueta?  ¿Qué será?  ¿Pensamos que los vamos a rescatar de sus ataduras y le vamos a otorgar la libertad ansiada de ser lo que son?  ¿En serio pensamos que tenemos ese poder?  ¿O será más bien que lo ocupamos para poder hacer/resistir chistes denigrantes, ponerles apelativos despectivos y asegurarnos de no salir medio chingos delante de ellos porque y vaya a ser que les guste todo esta belleza que hizo mi mamá y Dios me dio.?

No me tomen a mal: entiendo que hay una necesidad individual por aceptar el verdadero Yo con todo y ángeles, demonios y bestias. Si es su deseo admitirlo porque ya no puede más, no puede seguir aparentando lo que no es o simplemente le dio la regalada gana… pues hágalo, que aquí todos creemos ser libres.

Mi crítica es hacia todas las personas que exiguen que alguien «lo admita», es hacia ese egocentrismo, ese narcisismo que sentimos por encasillar a los que nos rodean.  Y lo digo en primera persona plural porque, por mucho tiempo, yo lo sentía así.  Por un lado, porque soy curiosa, por el otro porque en eso se esta convirtiendo esta sociedad.
El día que me di cuenta del error estaba hablando con un ex.  Él cayó en cuenta que amar se siente igual en cualquier cuerpo, se siente rico compartirlo y que qué importa si al vecino le gusta hacerlo con un tipo o una tipa, siempre y cuando no le haga daño a nadie, por supuesto.

¡BOOM! Su cerebro explotó.

Lo cual es cierto: el saber su sexualidad no le da un valor agregado a nuestra relación de amigos, porque lo interesante es que no le quita su habilidad para compartir secretos, frecuentarnos para tomar un café y contarnos nuestras vidas, acompañarnos en los momentos difíciles, celebrar acontecimientos magnánimos y participar de las cosas que le gusta al otro, en la seguridad que brinda el cariño mutuo.

A lo que voy es que dejemos vivir al otro a como nos gustaria que nos dejen vivir…

No sé cómo se llama.  No sé quién es.  No sé si tiene familia.  No sé cuáles son sus sueños, sus metas, sus ideales.

Pero no se me sale de la mente esa última mirada.

Alto, moreno, ojos verdes, cabello castaño y tez bronceada: bien podría ser pakistaní, afgano o árabe.  Un día de tantos, comenzó a llegar al súper del chino cerca de mi casa.  Ayudaba a empacar las bolsas, a acomodar los estantes, a cuidar la puerta.

Es indiscutible su atractivo, pero lo que más me impactó fue su cara siempre inexpresiva y su mirada como si leyera mis pensamientos, como si supiera mis secretos, mi pasado.  Es de esa clase que por más voluntad en el corazón, solo el amor podría la sostener.  Desde que él se daba cuenta que me iba acercando, la mirada era fija en mí y yo la sentía cómo me seguía detrás, por cada uno de los pasillos del establecimiento.

Yo lo veía porque es un confitico al ojo, ni loca que una estuviera como para no aprovechar ver tanta belleza en un solo lugar.  Pero mi malicia indígena se despertaba y al acercarme, movía mi cabeza en otra dirección, suficiente, solo lo quiero para mirarlo, no voy a dar pie a nada más.  Al final de cuentas, estos son los barrios del sur de la capital josefina.

Estoy segura que él y yo sabíamos que él sabía, que yo sabía, que los dos sabíamos.  Además, ustedes me conocen: las neuronas del disimulo nunca se encontraron en mi cerebro…ahí deben de andar buscándose.

El nunca me dijo nada, ni yo a él.  No sé si tiene la voz grave o si es amable o si tiene los dientes torcidos.

Porque seamos honestos aquí: cada vez se hace más difícil socializar con un completo desconocido y ni entre conocidos nos vemos a los ojos.  Vivimos en un mundo donde estamos conectados todo el día, hablamos, compartimos, nos contamos la vida y milagros… pero cómo cuesta vernos.

En fin, él ya era parte de escenario en la pulpería: su presencia era innegable y constante.

El tiempo pasó y desapareció hace meses.

…hasta el sábado pasado…

Iba caminando hacia la feria del agricultor.  Él estaba con dos tipos de dudosa reputación, de esos que llamamos raticas.  Desde que lo vi en la esquina, sentí un vacío en el estómago: parado al frente de Narcóticos Anónimos, con la ropa que bien pudo haber sido del tío gordo que falleció, demacrado.

Desde que me vio, no me quitó la mirada.  Le dijo algo a los tipos que lo acompañaban, me volvieron a ver y comenzaron a vomitar culebras y sapos:“uy mami, qué rica que está, qué piernotas como para…”

El no dijo nada.

Yo no le pude quitar la mirada porque le vi algo extraño, diferente.

Fue él quien volteó su rostro cuando pasé al frente.

¿Tristeza? ¿Vergüenza? ¿Timidez?

Desde entonces, no me lo he podido sacar de la cabeza.

Nadie dijo nunca lo contrario, pero es peor cuando esto lleva años… quinquenios… cuando ya son décadas de arrastrar el esqueleto de un fantasma que nació muerto.

Terminar con quien crees estar enamorada es uno de los peores eventos de la vida porque queda un vacío tan grande aquí, en el pecho… una ansiedad… un desatino… un je ne sais quoi

Empieza con la angustia apocalíptica de no poder ponerle otro nombre a la relación porque no se ha engendrado ese chiquito de la cotidianidad, de la intimidad, de los planes a futuro. No se puede pensar en proyectos porque no caben en esta locura. No se puede decir con libertad lo que se siente, lo que se desea porque es más grande el pavor a perder lo poquito que hay.

Pero, desgraciadamente, se siente, se desea.

Caes en cuenta que ya no podes invertir ni un microsegundo más de vida porque estás traicionando lo que siempre has creído: la vida es para ser feliz.

El legítimo: entre la espada y la pared.  Te conformás con los minutos de felicidad que te dan, te agarras a ellos como si fuera el cáliz de vida.  Aunque verdaderamente está lleno de amargo.  Empezás anhelar la vida de los otros y, después de medianoche, le das de comer al gremlin de la envidia: tome, jarte pizza y pastelitos como una perra porque si voy hacer un mounstruo, más vale que sea horrible, bien espantoso, para que corroa con ganas.

Mas llega el día en que si entregás el último gramo de energía que te queda, morís.  Solo queda la opción de enfrentar el duelo del desamor, de la soledad.  Comienza el tedioso proceso de abrazar la tristeza, darte el lujo de sufrir, de bordear los límites con dolor, mucho dolor.

Y entonces, un día…

T – «… no, esa boca… no me gusta cuando ponés esa boca…»

Y – «¿Cual boca? ¿Por qué? ¿Qué hago? »

T – «Esa boca la conozco… la pones cuando estás pensando…»

Y – «¿Pensando qué?»

Silencio

T – «Que todo esto está mal»

Y – «Es que todo esto está mal»

T – «No me digas eso»

Y – “Pero vos entendés por qué”

T – “Sí”

Y – “¿Por qué?”

T – “No lo voy a decir”

Silencio.

Lo ves a los ojos… ¡Cómo cuesta ver a los ojos!… Llevalo a la mil cuando estás esperando que el tipo diga tenés razón, hagámoslo: escapemos a Timbuktu y seamos felices dándole la vuelta al mundo, como los errantes pájaros marinos… 

Es difícil mantener esa mirada durante el silencio porque mata…. ratatatata…. morís baleada por mil palabras no dichas.

Y – «No puedo más… No quiero más»

Le decís una y dos y tres veces más.  Él lo sabe.  Te abraza, fuerte, duro, no te quiere soltar, no te quiere dejar ir.

T – «Siento que soy tu problema.»

Lo sos.

Algún día vas a dejar de serlo.

¿Qué tal si intentamos que sea hoy?

En mis 33 años de vida, he vivido 12 casas diferentes y puedo decir con conocimiento de causa que no hay forma de que se simplifique el proceso, por más que se regale ropa, se bote adornitos y se intente vivir una vida minimalista.

Lo que si me he dado cuenta es que hay momentos en los que ha sido más oportuno que otros, ya sea por la madurez o la solvencia económica.  Pero lo cierto es que, no es solo el deseo lo que hace que estés lista de abrir tus alas y volar a la independencia.  Es una decisión fuerte de la que el monedero tiene que estar preparado..

Mayor de edad + Trabajo estable = dinerrrrro en el bolsillo

Primero y antes que nada, hay dos cosas fundamentales: tenés que ser mayor de edad y tener un trabajo.

Hay excepciones, como cuando vives en una zona rural y estudiás en la capital, por ejemplo.  Pero inclusive es medio mantequilloso no es tan radical porque muy probablemente tus papás siguen mandando dinero para pagar la casa, la comida, transporte y así.  Lo cual no es malo, si no que mucho más beneficioso porque es una escuela que te va facilitar el proceso para cuando decidás hacerlo por vos misma.

Cuando me refiero de mayor de edad es que uno simplemente necesita a los padres hasta cierto punto en la vida para aprender, sobrevivir y quemar etapas. Yo sé que hay veces que uno quisiera meter todo en bolsas de basura y jalar como pájaro errante, lo único es que no es tan fácil emanciparse.

Y bueno, es obvio que es fundamental tener un trabajo estable porque si no, ¿cómo vas a pagar una renta?, ¿qué vas a comer?, ¿cómo te vas a transportar? y hay que sumarle gastos como los servicios, la ropa, las emergencias… en otras palabras, en este mundo capitalista hay una necesidad de vender horas de vida productivas por chuchosky.

Un Plan B

El plan B responde a la pregunta más sencilla: ¿qué pasa si no puedo/quiero/me gusta?  Hace casi 10 años, me fui a una casa con un par de viejas locas.  La casa era bella, lo malo era la autopista súper transitada que estaba detrás.  En esa época, trabajaba de 10 de la noche a 5 de la madrugada y me era imposible dormir por el escándalo de la autopista, entonces, terminaba en la casa de doña Martha.

La gota que derramó el vaso fu un día que regresé a un caos descomunal: ambas habían hecho una fiesta de tal magnitud que una había terminado desmayada, diciendo que el novio le había succionado el alma con un beso.  La otra decía que el mejor amigo del novio de la otra, se había metido a su habitación y se había aprovechado de ella.

Yo quedé pasmada.  Hasta la fecha no puedo decir qué pasó ahí, pero en ese justo instante me di cuenta que no podía más.  Hice maletas, llamé a doña Martha y me regresé a su casa.  Gracias a Dios todavía tenía la oportunidad de regresar.

Fondo de emergencias

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Si te enfermás, si se te daña la refrigeradora, si se te enferma la mascota, lo que sea: siempre hay que mantener un ahorro para imprevistos.  El proge, quien tiene una Maestría en Finanzas, siempre decía que uno debía mantener un ahorro igual o mayor que el salario bruto que estuvieras ganando en el momento.

Evidentemente, no es mi caso porque Zara/Stradivarius/Mango.  Pero sí es importante tener ese colchoncito para no tener que recurrir a tarjetas, bancos o mejores amigas porque los primeros cobran mucho interés y la última da mucha vergüenza.

Tener un presupuesto

Un presupuesto no es solo decir: ah bueno, ocupo plata para comer, pagar el alquiler y salir… todo bien…

Un presupuesto significa saber la cantidad exacta de dinero del que debes contar para cumplir tus responsabilidades.  Hay cosas que simplemente no podés dejar de pagar como el préstamo del carro, el agua, la luz, el internet… necesidades básicas e indispensables que se le llaman gastos fijos: el monto puede variar, pero el pago debe de hacerse.

Antes de contar ninguna anécdota, debo de admitir que este saber sobre finanzas no se transmite por los genes porque yo soy una res con la plata.  Todo lo que sé, lo he aprendido en cursos que dan en el trabajo y a la brava.

Uno de mis momentos más brillantes fue viviendo con Tista, se me ocurrió pedir un adelanto de salario en la asociación de empleados del trabajo.  Lo que no sabía era que al mes siguiente me iban a rebajar todo y no iba a tener el disponible suficiente para pagar el alquiler, comer, pagar recibos o ir a la oficina.  Cuando le dije a Tista, después de poner cara de toro en embestida, claramente articuló: “Aquí está mi parte, vea a ver como hace usted para pagar el resto del alquiler.” ¿No se va a sentir uno perro?

Esto del presupuesto también significa que hay que tener claro que es prioritario y qué no.  Si la situación está entre tener cable o comprar comida, pues estamos claros que primero está el cable… ehhhhhh… ¡mentiras!

Los zapatos de cuero rojo en Zara o ir al cine para ver todas las nominadas al Oscar no son prioridad.  La luz, el agua y la comida de tu perro Rambo sí lo son.

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Finalmente, quiero compartir con ustedes las palabras de sabiduría de un caballero, a quien llamaremos GolloCuotas: “… aquel señor que ve ahí es como mi papá… él me advirtió que si yo me iba de mi casa era para no regresar y así lo hice…”

¡BOOOM!

Ahí les dejo para que mediten.

Foto tomada del documental

Foto tomada del documental

El que estés leyendo este blog te hace pertenecer a un grupo reducido en la humanidad.  Es decir, de alguna manera, sabés leer.  Esa misma lógica aplica a que tenés internet, a que te gustan los temas de los que escribo, a que seamos amigos, si estás inscrito… bueno, así me puedo ir dándole toda la noche.

En pocas palabras, te has ganado una lotería y has nacido en un una realidad que te brinda facilidades inimaginables, pero como ya estamos acostumbrados, no las vemos.  Lo interesante es que no tuvimos voz ni voto.  En mi caso particular, el 6 de agosto del 82 doña Martha se puso a parir y cuando nos dimos cuenta, aquí estoy sentada en mi cuarto, viendo a ver qué hago.

Esta filosofada me llegó gracias a la conversación de un par de jóvenes.  En eso, uno le expresa al otro de la frustración que es que la gente se vaya cuando él dice dónde vive, como un abracadabra.

¿Alguna vez les ha pasado eso?

Los maes de la esquina se presentó a razón de la Semana Nacional de la Psicología.  El documental exhibe la vida de jóvenes de la Carpio, específicamente de la Cueva del Sapo.  Esta gente vive en una situación sociocultural de la que yo no podría sobrevivir ni cinco minutos.  Poco a poco, van enseñando ese deseo que los impulsa, que los hacen luchadores.  Es más, hubo un momento en el que casi suelto el violín, cuando uno de ellos está frente al colegio contando sus dificultades para seguir estudiando.

En el transcurso de la película, se expone el gran trabajo que se realiza en el proyecto La Esquina.  Ellos brindan un espacio para que los chicos puedan hablar, expresar sus pensamientos, soñar y llenarse de fuerzas para generar un cambio.  Aquí hay reglas que cumplir, mucho trabajo para entretenerse y, sobretodo, se les da mucho afecto, cariño, se les muestra que ellos valen como seres humanos.

Ahí se ven artistas, raperos, barberos, pintores, boxeadores, hombres y niños que buscan esa oportunidad, alguien que los apoye, que los aliente a seguir adelante.  En el cineforo estaba uno de los miembros, Eduardo “Chino” Iraheta, gerente de la serigrafía La Esquina.  Se podía palpar el orgullo con el que narraba su experiencia.  Sus ojos brillaban cuando contaba que a punta de prueba y ensayo, aprendió a usar las máquinas.  De esa misma manera, tuvo que espabilarse para exponer a vicepresidentes y ministros, cadenas de tiendas y bancos, a otros muchachos que están viviendo la misma situación.  De viaje se le nota que ya no le da vergüenza, pero la emoción es tanta… que hasta pone la piel de gallina.

Esto que he escrito es sólo un pequeño pedacito.  Hay mucho más y queda aún más por hacer, por ayudar a generar un cambio, no solo en ellos, también en el país.  Así es que aquí les dejo la bolita picando, por si quieren leer o aprender más: solo tienen que poner Los Maes de la Esquina en Google y van a encontrar un choooorro de información.


Por cierto, si tiene que hacer alguna camisetica chiva para alguna carrera o en su oficina están pensando en uniformar a la gente o así, me voy a tomar la libertad de dejarles la información del señor gerente:

Eduardo Iraheta Amaya

Tel: 2221 – 0402

Email: eduardo@laesqina.co.cr



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... ¿quién dijo miedo?...

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Historico de las historietas

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Escuchen bien, niñas y niños de la creación:
He pasado por muchas marthadas y momentos de angustia sudor y lágrimas, como para que alguien más lo tome prestado y sin permiso.
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